The Umbrella Academy

Inspirada en el cómic de Gerard Way, esta serie parece alejarse de la locura que propone la novela gráfica y quedarse en algo más convencional, según la opinión de los fans de la obra de Way. Los profanos que accedemos a esta ficción sin expectativas ni sedimentos sobre la materia, podemos intuir algo de “frescura original” que hace de esta serie un producto, por lo menos, curioso.

La estética, la propuesta general y los detalles surrealistas y poco ortodoxos indican el propósito de hacer algo más que una simple serie de superhéroes. Y, lo cierto, es que hay que tener paciencia para entrar en el universo que construye Jeremy Slater (Cuatro Fantásticos). Aunque en su primer episodio se intuyen las posibilidades, no quedan claros el éxito o el fracaso y, para averiguarlo, hay que avanzar.

Sí diremos que el ritmo irregular ofrece secuencias ingeniosas y sugerentes seguidas de otras demasiado comunes y poco sugestivas o al revés. De esta forma, el espectador debe sopesar sus intereses y su grado de tolerancia para continuar.

Una vez vistos los diez capítulos que componen esta primera temporada, el balance es positivo. Poco a poco, los diferentes protagonistas van tejiendo la historia –la personal y la colectiva– a base de flashbacks y decisiones más o menos acertadas. Esto es en especial interesante porque The Umbrella Academy presenta una historia de personajes, que son los que despiertan nuestro interés, al margen de la misión que les reúne. Una misión que solo resulta relevante en los dos últimos episodios, cuando ya hemos empatizado y queremos que “nuestros” héroes triunfen en su cometido.

Igual de fluctuantes que el ritmo son los protagonistas. Sobresalen –por el descaro de su propuesta– Número Cuatro (Klaus es capaz de invocar a los muertos) y Número Cinco (viajero del tiempo), en detrimento de Número Uno (Luther posee la fuerza bruta) y Número Dos (Diego, un «certero» lanzador de cuchillos), con una arquitectura más común. Y, requieren una mención especial los secundarios Pogo, Hezel y la madre de la familia, unos dignos acompañantes para una trama irreal.

La música, los efectos, los decorados, la ambientación y algunos toques de humor muy certeros se convierten en los detalles definitivos que inclinan la balanza. Y, ahora, solo cabe esperar que la segunda temporada mantenga, como mínimo, los aciertos de la primera.

Firma: Mar Pons