Zorro

El Zorro, un personaje versionado mil veces desde su creación en 1919, vuelve a la pequeña pantalla. La serie de Secuoya Studios es, sin duda, hija de su tiempo: no hay espacio para los nostálgicos.

Zorro se dirige a una audiencia que aplaude el protagonismo de Miguel Bernardeau tanto como otros aplaudimos el de Antonio Banderas. El problema es que, a pesar de un intento loable del apuesto enmascarado, le falta soltura y edad (¿no sería beneficioso para la serie intercambiar papeles entre Peter Vives y Miguel Bernardeau?). Además, se enfrenta a un guion básico en un envoltorio que no ayuda.

Otros personajes, en manos de artistas de más recorrido como Rodolfo Sancho, Elia Galera o Paco Tous sufren por la simpleza de una historia llena de anacronismos y reivindicaciones del siglo XXI. La existencia de comunidades chinas en Los Ángeles del XIX y de mujeres independientes o al mando de conspiraciones y venganzas generan una duda permanente en todo lo demás.

Pero volvamos a la oferta actual. Si se compara esta serie con otras destinadas a la misma audiencia, no se tarda en apreciar algunas de sus virtudes por encima de sus muchos defectos. Zorro se despliega en unos bonitos paisajes, sabe combinar acción y romance, presenta peleas dignas y algún que otro espectáculo de esgrima y manejo del látigo. También recupera la visión clásica del honor, de la lucha por los más desfavorecidos y la renuncia personal en pro del bien común.

Cabe decir que, a medida que van pasando los capítulos, sea por anestesia, por costumbre o por empatía, al espectador le cuesta cada vez menos seguir las andanzas poco creíbles del enmascarado y continuar, como el fiel Bernardo, junto a Diego De la Vega. Incluso, puede ser que espere optimista la renovación para una segunda temporada.

A pesar del potencial del personaje, Zorro es una propuesta sencilla para quien busca entretenimiento. Ofrece una salida diferente en un conjunto mimético (Surviving Summer, Heartstopper, Outer Banks, Riverdale, Élite…) y, a pesar de sus torpezas, propone un entorno lúdico amable.

Firma: Mar Pons