El comisario Brunetti

Donna Leon empezó en 1993 a publicar los policíacos relatos de un peculiar investigador, el comisario Brunetti. Muerte en la Fenice supuso el arranque de una saga que ha llegado hasta el número 23, repleta de crímenes por resolver con la pausada metodología de Brunetti.

Traducido a 23 idiomas, entre ellos el chino, los libros están escritos con bastante dominio de las formas y la intriga y sortean, con más o menos acierto, según el caso, las críticas que la autora realiza a cierta mercantilización de la sociedad, como la prensa del corazón que busca vender a costa de lo que sea o la explotación del ser humano, evidenciada en los móviles y formas de los asesinatos.

El contexto de la adaptación televisiva de un título de ambientación tan italiana es, curiosamente, alemán. De producción germana, al estilo de Rex, un policía diferente, las historias del comisario Brunetti están teñidas de esa luz grisácea, que es consciente de estar grabando en un escenario de la vieja Europa, y de una realización que no deja de ofrecer nuevos datos y giros, pero que no pretende entretener con vacuos movimientos de cámara o persecuciones sinfín.

Aunque Brunetti domina el desarrollo de las tramas y subtramas –que destilan una peculiar ironía en los miniconflictos familiares o profesionales que compagina en cada episodio– su personalidad deja espacio para centrar el conflicto, con cierta atención, en los pormenores de cada sospechoso; en revisitar cada escenario del crimen y en aludir a pensadores y escritores de la Antigüedad que flotan en el vivo y perspicaz intelecto del comisario.

Realmente esta serie, por su modo sereno de abordar el “whodunit” (¿quién lo hizo?) y por su enclave en las noches del fin de semana, llega al público perfecto que pretenda descansar con un relato de cierto suspense e inteligencia, que no recurre a explicitar la violencia y maldad y que sabe retratar una ciudad tan decadente como Venecia con un encanto singular.

Firma: Lourdes Domingo