El guardián

Simon Baker, más conocido por su reciente triunfo en El mentalista, se puso a principios de milenio bajo la piel de Nicolas Fallin, un abogado obligado a dividir su vida profesional entre los lujos y clientes del gran bufete de su padre y los casos y recursos marginales de los Servicios Sociales. En el primero, Fallin ejerce como abogado de empresas de forma implacable y decidida. Cuando Nick desempeña su labor como defensor de menores saca a la luz su faceta más humana y comprensiva, al igual que sus prejuicios y debilidades humanas.

La narrativa de esta serie se caracteriza por muchas conversaciones a puerta cerrada y diálogos a medias que ofrecen al espectador la posibilidad de intuir o interpretar la trama. A esta práctica, se suman los constantes cambios de plano y los movimientos de cámara para seguir al personaje y, con ello, se consigue una ficción a la que hay que prestar atención. Las intrigas de despacho, los casos de temática social, las grandes fusiones o los roces con el sistema judicial americano dan pie a multitud de historias que no son, sin embargo, el centro de interés de El guardián.   

La serie quiere atraer por sus historias más humanas y para ello dirige el interés hacia unos personajes que tienen identidad propia, aunque sin llegar a profundizar demasiado, y que poseen una cualidad en común: la lucha por superar sus temores y enmendar sus errores haciendo lo que creen acertado en cada momento. La redención personal también es recurrente en protagonistas, secundarios y personajes de reparto.

Como apunte, cabe destacar que algunas tramas se clausuran con premura y sin cuidar los pequeños detalles, que son los que provocan la sensación de haber visto una historia cerrada con un final redondo.

Firma: Mar Pons