Terapia con Charlie

Charlie Sheen vuelve a ocupar el papel que tan buenos resultados le dio en Dos hombres y medio interpretando a un hombre incapaz de madurar y con una excesiva y enfermiza preocupación por el sexo. De hecho, las escenografías cerradas, las habitaciones y, en especial, la cama, en la que aparece en más de una ocasión por episodio, recuerdan descaradamente a las de la serie que abandonó hace unos años. 

Los guionistas, a pesar del argumento general, no se preocupan tanto por mostrar los episodios de los iracundos protagonistas como sus conquistas, sus sueños, sus aspiraciones y sus fracasos sexuales. El entorno de comedia –con risas enlatadas incluidas– ayuda a ridiculizar, siempre, a la mujer que en pocas ocasiones (por no decir ninguna) sale airosa de las grotescas situaciones que se plantean.

La figura del macho al que no se le resiste una sola fémina, en esta sitcom, resulta caducado además de cargante e irreal. Ni los personajes secundarios, aunque algunos aciertan con sus toques de humor y su interpretación, ni las tramas capitulares –predecibles–, ni la aparición esporádica de famosos consiguen que esta ficción pase de ser una desmedida proyección de lo que a algún hombre le hubiese gustado ser pero nunca fue. Mejor para él.

Firma: Mar Pons