Vive cantando (T2)

Los guionistas lo tienen complicado. Después de una primera temporada con romances, rupturas y reconciliaciones, un embarazo adolescente (de gemelos y entre primos), un transplante de hígado a vida o muerte, un encarcelamiento por fraude y una enferma bipolar ¿qué otras increíbles sorpresas puede deparar esta segunda entrega?

La serie protagonizada por María Castro y ambientada en un barrio ficticio de la capital, sigue recurriendo machaconamente al drama de culebrón para configurar unas historias tan inverosímiles como absurdas. Los guionistas suplen la carencia de originalidad y rigurosidad con sobreabundancia de sentimientos y la fraudulenta idea de que, en la vida, todo siempre acaba bien.

Aunque se proponga como una serie de historias cercanas y cotidianas, Vine cantando no otorga la relevancia que se merecen los descabellados asuntos que trata. Es falsa su apariencia, falsos sus discursos y más falsas todavía sus resoluciones. Los extremismos son la norma general y pierden, por su abuso y desatino, el efecto de generar una empatía sincera. La falta de límites provoca falta de interés.

Sin embargo, esta ficción absorbe por la variedad de historias, el conjunto de personajes “fracasados”, la simpleza de sus relatos y la diversidad de sentimientos. Pero, por estos mismos motivos, también espanta, si uno es capaz de advertir su déficit de honestidad y su innegable y devastadora influencia en los jóvenes y en los espectadores crédulos o irreflexivos.

Firma: Mar Pons