
En cuanto a la forma, se evitan las reglas narrativas, pues se combina ficción y realidad; un mecanismo que conduce al espectador hasta tal punto que no distingue la diferencia (de inmediato) entre ambas.
En cuanto a la forma, se evitan las reglas narrativas, pues se combina ficción y realidad; un mecanismo que conduce al espectador hasta tal punto que no distingue la diferencia (de inmediato) entre ambas.
Las escenas se repiten, las caricaturas cansan (el desdentado Duque de Brunswick usado como un comodín de dudosa comicidad), la suciedad y oscuridad envilece a todos los personajes (las escenas de los indígenas americanos son patéticas), la desinhibición sexual queda como un pegote y el continuo cambio de escenarios y épocas acaba por marear al espectador que se ha quedado en algún punto de la Patagonia esperando que alguien recupere la cordura.
La película consigue entretener, hacer reír, preocupar e implicar al público, que disfruta de un nuevo despliegue de registros de Christian Bale y de un nuevo paso adelante de Steve Carell desencasillándose definitivamente de su sillón-parodia.
La trama se centra en el descubrimiento de este destacado escritor de la literatura moderna por parte del joven e idealista Lipsky y, su empeño por conseguir una exclusiva, que no llegó a publicarse.
Todo el argumento está dirigido a complacer al espectador y a levantar el film como bandera para la comunidad defensora de la ideología de género, y no para profundizar realmente en cuestiones de calado antropológico.
En Los odiosos ocho apenas se puede rastrear algo que sea nuevo en la carrera de este director. Su visión crítica y al mismo tiempo juguetona de la historia y la política y su obsesiva y coreográfica violencia -que logra varios momentos realmente asquerosos y desagradables- no sorprenden.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes con todos los méritos. Esta excepcional ópera prima de un discípulo de Bela Tarr no deja de sorprender en ni una sola de las imágenes que compone para subrayar con dramática frialdad la furia de la shoah.
A pesar de la calidad de los intérpretes y el currículo del director, esta película deja que desear por su ambiguo argumento y su combustión a medio gas.
Una historia de fraternidad y desamor entre las bombas de la II Guerra Mundial de la mano de Bots. La trama se complica y alberga distintos secretos y misterios.
El guionista y productor estdounidense Brian Helgeland trae un drama biográfico de los hermanos Kray y cuenta con la interpretación de actores como Tom Hardy o Colin Morgan.