
Una inmersión en la mente del artista surrealista en un intento por retratar su excentricidad. Coherente con sus formas y aprovechando inteligentes recursos, al final queda una entretenida propuesta.
Una inmersión en la mente del artista surrealista en un intento por retratar su excentricidad. Coherente con sus formas y aprovechando inteligentes recursos, al final queda una entretenida propuesta.
A través de la justicia restaurativa, delincuentes y víctimas logran la oportunidad de dialogar e inician el camino de la curación emocional. Una historia discreta que transmite un poderoso mensaje de esperanza.
La propuesta de Quentin Dupieux es una comedia absurda y surrealista muy difícil de explicar, porque carece de sentido. Y, a pesar de todo, consigue divertir e incluso provoca carcajadas.
Regresan Astérix y Obélix, la pareja de galos más famosa. Esta vez ponen rumbo a China para ayudar a la emperatriz y a su hija a recuperar su imperio. Se trata de una cinta de aventuras con toques de humor para toda la familia.
La obra de Salle funciona bien como thriller. Tiene una gran capacidad para mantener la intriga durante toda la película y la actuación de Lellouche consigue hacer a Mathieu creíble. El único problema es que es demasiado larga.
Adiós, Señor Haffmann es un relato ambientado en la Francia ocupada por los nazis. Su discurso aborda cuestiones como la moralidad, la subyugación y la emancipación de la mujer en un espacio dramático limitado.
Guillaume Canet ofrece una secuela de la película que estrenó en 2019. Mismos personajes y actores, ofrece un guion de tintes similares, con mezcla de comedia y drama.
Una comedia francesa que viene de la mano del director de la eficaz La vaca. Ofrece un elenco liderado por Gilles Lellouche y un conjunto de situaciones que, como mínimo, nos harán sonreír y, ocasionalmente, reír.
Interesante película que juega con los límites entre el tono documental y la ficción, para hablar de la maternidad y la adopción en unos términos que dejan espacio para la libre reflexión personal.
Guillaume Canet escribe, dirige y protagoniza un retrato muy personal de lo que supone para un actor empezar a envejecer. Gran capacidad de autoparodia y un ritmo que avanza hasta cambiar de tono son los elementos que destacan, en medio de un ambiente donde narciso se mide entre copas, desfases y flirteos.