
Una honorable despedida al mítico arqueólogo. Harrison Ford se pone el sombrero y empuña el látigo por última vez en una aventura entretenida, con personajes que aportan frescura y algunos guiños para los más nostálgicos.
Una honorable despedida al mítico arqueólogo. Harrison Ford se pone el sombrero y empuña el látigo por última vez en una aventura entretenida, con personajes que aportan frescura y algunos guiños para los más nostálgicos.
La búsqueda de Ruby de su lugar en el mundo conforma una simpática historia envuelta en una colorida animación y con música –a veces estridente– de fondo, casi como si se tratase de una discoteca.
Pese a su premisa, se convierte en un film pesado a consecuencia de emociones exageradas por parte de los personajes. La protagonista tampoco consigue que empaticemos con su situación y sus decisiones.
A pesar de sus divergentes efectos especiales, la primera película independiente del velocista escarlata brinda un rato ameno. Además, la emotiva historia maternofilial de fondo acaba redondeando el film en positivo.
Cuenta con una trama dispersa, superficial y fácil. Aunque las secuencias de exterior y los paisajes desérticos son satisfactorios, Ric Roman no logra dar un nuevo enfoque a una narrativa ya explotada en el cine.
Una propuesta con poco que aportar y un argumento reiterativo que cansa. La dupla protagonista, la acción trepidante y los efectos visuales son lo que permiten cumplir su principal objetivo: entretener al espectador.
Con la Primera Guerra Mundial y el colonialismo francés como telón de fondo, la película de Mathieu Vadepied ofrece un relato emotivo, con un contundente mensaje y una exaltación del amor paternofilial.
Una secuela de las aventuras arácnidas de Miles Morales a la altura de su predecesora. La magnífica animación y el equilibrio de acción, comedia y emotividad ofrece una obra de superhéroes de entretenimiento y de calidad.
Una devastadora historia construida desde múltiples puntos de vista, donde la violencia sabe encontrar un equilibrio sin frivolizar. El dúo directoral construye un relato trágico y visceral, pero sugestivo y con destellos bondadosos.
Convertir un anime o un manga en una propuesta cinematográfica realista, llevada a cabo por productoras estadounidenses, es una fórmula que simplemente no funciona por muchas razones.