
Laia Costa, con su impecable interpretación, lleva las riendas de una historia sobre nuevos comienzos y reencuentros con uno mismo. La trama avanza en calma como si de un lento proceso de sanación se tratara.
Laia Costa, con su impecable interpretación, lleva las riendas de una historia sobre nuevos comienzos y reencuentros con uno mismo. La trama avanza en calma como si de un lento proceso de sanación se tratara.
La película es una delicia servida con comida, drama y comedia. Transporta a un viaje que nos hace reflexionar sobre las prioridades que le damos a la vida. Resulta entretenida, aunque algo simple en cuanto a personajes.
Un divertido y encantador viaje por los rincones de la costa tinerfeña. Pese a su grata esencia, muchos silencios, conflictos y conversaciones quedan sin resolver y se pierden en la mar.
Al son de conocidas piezas de música clásica, Bruno Chiche dirige un largometraje centrado en la relación paterno-filial con conversaciones emotivas y grandes interpretaciones de Yvan Attal y Pierre Arditi.
Francesca Archibugi presenta un drama emotivo que abarca mucho y cuenta poco. El film comprende la narración de una vida entera con interesantes personajes pero, aun así, se acaba perdiendo entre bamboleos.
Sencilla, para concienciar. La cinta muestra la sutileza inicial sobre la que se construye la violencia de género, mediante tensión, manipulación, amenazas, extorsión…hasta los consecuentes estragos del maltrato.
Las montañas son el lienzo de esta historia de amistad, sobre el que se reconstruyen relaciones. Pese a su innecesaria literalidad, la película deja un bonito listado de cuestiones sobre las que reflexionar.
La propuesta de Carla Subirana destaca en la filmación del paisaje costero y en la firme interpretación protagonista pero, en su conjunto, resulta irregular a causa de un guion y personajes inverosímiles.
Los veteranos Pugh y Freeman protagonizan una trágica historia alrededor de la adicción. Con un enfoque esperanzador y optimista, muestran con acierto el peso de la culpa o el poder del perdón.
Probablemente, el único gancho para acabar viendo Love again sea Céline Dion. El resto es una historia ligera, predecible, muy azucarada y llena de clichés. Pero mantiene un aliciente: las canciones de la canadiense.